Un día grande

Hay ajetreo en las calles. Es un día grande en Mugardos, como en la mayoría de los puertos de mar. Juanocho al frente de su Lindo me brinda la oportunidad de descubrir otra dimensión de la ría, desde dentro, y desde aquí todo se ve de otra manera, las distancias no son las mismas, Ferrol está a un paso y de pronto entiendes la intensa relación entre ferrolanos y mugardeses, desde siempre, unidos por el mar. Maso, orgulloso en su Petrel, junto al resto de las embarcaciones, presididas por el Rías Altas Uno, con la figura de la Virgen del Carmen como singular mascarón de proa, comienzan la navegación. Abarrotadas hasta la bandera, emproan hacia Ferrol y se dirigen hacia un lugar cerca de Punta Ratón. De pronto las sirenas, las gaitas, las bocinas y los cánticos son sustituidos por una honda emoción y el silencio cuando se detienen y tiene lugar la ofrenda floral, como todos los años desde aquel fatídico 1940 y pico, no recuerdo exactamente el año, en memoria de las numerosas víctimas de un accidente entre un carguero y la lancha que hacía el recorrido hacia Ferrol cargado de mujeres que les llevaban la caldereta con la comida a sus maridos e hijos, trabajadores de los astilleros. Después de estos emotivos momentos la fiesta toma de nuevo la ría y los barcos viran el rumbo hacia los castillos, como si fueran a alejarse mar adentro pero a la altura de San Felipe cambian la ruta para dirigirse al muelle y continuar el rito. La salve marinera y las comidas demoradas en familia o en los mesones del puerto completan un día mágico en el que el mar y sus sabores vuelven a ser, una vez más, los protagonistas.