viernes, 30 de septiembre de 2016

Cocinando emociones

Es tiempo de cocineros. Protagonizan portadas en medios de todo el mundo, son líderes de opinión, ocupan el primetime en televisión, marcan tendencia en moda, se cotizan en publicidad...
Es de justicia que ocupen un lugar preferente, ya era hora, sobre todo si esta visibilización se traduce en la profundización en su trabajo, en los años de formación, en el empeño diario por ofrecer al comensal lo mejor, lo que está en su mejor momento y que mejor define su cocina... Conozco de cerca la profesión. Soy hijo de cocinero de gusto refinado, exquisito y enamorado de su oficio y sigo muy vinculado a la cocina que se hace en Galicia, registrando desde hace años la actividad, la evolución y en algunos casos su día a día.
Como siempre que hay sobreexposición, se corre el riesgo de frivolizar y fantasear con carreras fulgurantes plagadas de éxitos, que las hay, pero detrás de todas ellas, también de las que nunca salen del anonimato, hay muchas horas, años de estudio, de entrega, de búsqueda de la excelencia, de minucioso cuidado del producto, de trabajo duro, simbolizado a la perfección por sus manos, sobre las que hoy quiero poner el foco, porque ellas evidencian la intensidad del esfuerzo, del dolor, de la herida... y registran cada territorio conquistado, cada huella, más incluso que el propio rostro.



‘La mano es la herramienta del alma, su mensaje’
Miguel Hernández