viernes, 25 de mayo de 2012

De hombres y caballos

Santos camina con paso firme. La tarde está cayendo y Rubio presiente, nervioso, su presencia. Como cada día desde hace 16 años los dos regresan a casa después de una larga jornada de trabajo. Sus siluetas, inconfundibles, se compenetran en todo: andar rotundo y pausado, ritmo lento, el mismo ánimo… juntos reproducen cada día la vieja estampa atemporal de unión y complicidad entre hombre y caballo.



Curtido en mil batallas y otros tantos oficios, Santos sintió hace ya muchos años que su sitio estaba en su tierra, y de ella obtiene todo lo necesario para vivir. Con esfuerzo, humor y muchas dosis de ironía hace frente a las dificultades, y como los grandes hombres, Santos valora las cosas importantes: las sonrisas y los saludos demorados, la familia, la amistad, la lluvia purificadora y el sol de la mañana. 


Santos no es Redford, ni falta que le hace, no necesita susurrarle a su caballo, con sólo una mirada Rubio se convierte en una extensión de su dueño, en sus piernas y en sus brazos, y juntos surcan la tierra para obtener sus frutos… juntos, como hace millones de años... juntos reviviendo la imagen mítica del más bello animal ligado al ser más inteligente, y juntos haciendo historia desde el principio de los tiempos.


3 comentarios:

  1. Mi vecino convertido en el protagonista de tu historia...Qué sorpresa y qué bonito!!

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  2. a primeira, a máis próxima, é rotunda e magnífica; xeografía do terruño. Puro paixase. O mundo nun instante.
    j.

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  3. Complicidad, ternura, sentirse a gusto con lo que haces y como lo haces. Ese es el meollo de la vida y Santos parece haber dado con él, la expresión de su cara lo refleja. Me encantan Ovidio. Y las arrugas de Santos son estupendas, Redford mejor sin ellas.

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