En la Galicia profunda, a solo unos cuantos kilómetros de Santiago de
Compostela, Marta y Roberto te abren las puertas de su hogar-restaurante
en un espacio-negocio dimensionado para vivir dignamente, sin renunciar
a la familia, y lograr ese equilibrio inestable que es lo más parecido a
la felicidad...
Esto es exactamente lo que se respira en O Balado, paz y sosiego, lo que tanto anhelaban Marta y Roberto cuando, hace unos pocos años, contradiciendo la tendencia tan común a los humanos a repetir aquello que les hace daño, decidieron plantarle cara al tiempo, hacerlo suyo, vivir varias vidas en una y volver a empezar. Sin metas, disfrutando del camino.
Esta vez sería en contacto con la tierra, con lo primigenio, con la esencia, en un pequeño gran mundo: más de 7.000 metros de valle fértil, de sombras generosas y humedad que el río Ulla se encarga de mantener, invierno y verano. Una casa familiar que fueron acondicionando despacio, sin prisas, donde cada logro y cada esfuerzo era recompensado con la sonrisa y el ánimo de quien más te quiere, y rodeándose de esos objetos, mucho de ellos recuerdos del pasado, en los que reposa gran parte de la identidad del lugar y sus habitantes.
En Ardesende se vive a otro ritmo, el de las estaciones, y la cocina no es ajena al paso de los días, a su efecto sobre la tierra labrada, los árboles, las mareas, las corrientes fluviales… Su despensa se enriquece con la huerta ecológica que ellos mismos trabajan, las gallinas de Mos criadas en libertad o las anguilas que crecen en la mina de agua a unos metros de la casa y que Roberto convierte en sutiles bocados de placer en tanto que Marta se encarga de presentarlos en mesa con un trato exquisito, profesional, cercano, cálido y discreto al mismo tiempo.
Los de O Balado son sabores con alma de aldea, lejos de la cocina espectáculo y mucho más cerca de la lareira, que te retrotraen a otra dimensión, alimentan el espíritu y te reconcilian con el mundo.
Esto es exactamente lo que se respira en O Balado, paz y sosiego, lo que tanto anhelaban Marta y Roberto cuando, hace unos pocos años, contradiciendo la tendencia tan común a los humanos a repetir aquello que les hace daño, decidieron plantarle cara al tiempo, hacerlo suyo, vivir varias vidas en una y volver a empezar. Sin metas, disfrutando del camino.
Esta vez sería en contacto con la tierra, con lo primigenio, con la esencia, en un pequeño gran mundo: más de 7.000 metros de valle fértil, de sombras generosas y humedad que el río Ulla se encarga de mantener, invierno y verano. Una casa familiar que fueron acondicionando despacio, sin prisas, donde cada logro y cada esfuerzo era recompensado con la sonrisa y el ánimo de quien más te quiere, y rodeándose de esos objetos, mucho de ellos recuerdos del pasado, en los que reposa gran parte de la identidad del lugar y sus habitantes.
En Ardesende se vive a otro ritmo, el de las estaciones, y la cocina no es ajena al paso de los días, a su efecto sobre la tierra labrada, los árboles, las mareas, las corrientes fluviales… Su despensa se enriquece con la huerta ecológica que ellos mismos trabajan, las gallinas de Mos criadas en libertad o las anguilas que crecen en la mina de agua a unos metros de la casa y que Roberto convierte en sutiles bocados de placer en tanto que Marta se encarga de presentarlos en mesa con un trato exquisito, profesional, cercano, cálido y discreto al mismo tiempo.
Los de O Balado son sabores con alma de aldea, lejos de la cocina espectáculo y mucho más cerca de la lareira, que te retrotraen a otra dimensión, alimentan el espíritu y te reconcilian con el mundo.
Efectivamente o que descrebes de xeito soberbio con palabras e imaxes é un paraíso, haberá que visitalo, grazas por contalo :-)
ResponderEliminarQué maravilla de sitio, como sea solo la mitad de paradisiaco de lo que cuentan las imágenes, es para irse a vivir, no solo a comer...
ResponderEliminarMe lo apunto ;-) Gracias por tus fotos, siempre sugerentes y frescas